En México, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) es de 8.16%, hasta la primera quincena de julio. Es menor que el registrado por Estados Unidos, España, Inglaterra y casi todos los países de Europa, con excepción de Suiza (3.4%); Noruega (6.3%) y Suecia (7.3%).
No es tiempo de cantar victoria, aunque se vale echar unos gritos y bailar el touch down. Faltan muchas batallas que pelear, porque la guerra contra la inflación será larga. Nos queda la segunda mitad del 2022 y todo el 2023, en el mejor de los casos. No sabemos cuántas sorpresas inflacionarias aparecerán en los meses que vienen. Sabemos que salud, geopolítica y cambio climático tienen algunos conejos en la chistera. Algunos de esos “conejos” brincarán y provocarán aumento en los precios.
Se vale celebrar porque en materia inflacionaria México tiene un comportamiento más parecido al de los países desarrollados y sólidos que al de los países emergentes y/o volátiles. El festejo debe ser prudente porque el 8.16% de inflación incluye incrementos de precios en la canasta agroalimentaria que están en torno al 15% promedio. La prudencia obliga, aunque sea por empatía con los millones de personas que han visto cómo se reduce el tamaño de la bolsa de mercado que pueden pagar. En un año, la papa ha subido 59%; la cebolla, 53%; el huevo 37%; la naranja, 36%; la tortilla, 12%…
El relato puede ser tan importante como la realidad. El presidente López Obrador aprovecha los índices de precios registrados en México hasta mediados de 2022 para criticar la ortodoxia económica y a los neoliberales. Atribuye a sus heterodoxias el éxito relativo de México, ¿tiene razón? Francamente no, si fuera cuestión de romper con las lecciones neoliberales, Argentina y Turquía estarían dando lecciones al mundo. No es el caso. Tienen inflación de 70 y 78% respectivamente. Venezuela tiene la gasolina más barata del mundo, 10 centavos de dólar por litro, pero trae inflación superior a 100% anual. En 2018, fue 130,000 por ciento.
En México, las medidas heterodoxas como el multimillonario subsidio a las gasolinas funcionan porque se insertan en una política macroeconómica donde hay anclajes ortodoxos que bien podríamos llamar neoliberales, entre ellos el respeto a la autonomía al Banco Central, la apertura económica regulada en tratados comerciales y el cumplimiento firme de compromisos relacionados con el equilibrio de las finanzas públicas. El apretón de tuercas al gasto público se define en el lenguaje lopezobradorista como austeridad republicana o pobreza franciscana. No desentona con las lecciones de la Escuela de Chicago o con las recomendaciones del FMI de la década de los noventa.
El Programa de Combate a la Inflación y la Carestía (PACIC) se anunció el 4 de mayo. En ese momento, el índice de precios al consumidor al cierre de abril era 7.68%, dos meses y medio después, la inflación es de 8.16 por ciento. Se puede decir, como el Secretario de Hacienda, que sin este programa la inflación se hubiera ido hasta arriba de 10 por ciento. También se puede argumentar que ha tenido un efecto placebo. Una investigación hecha por Ana Karen García, de El Economista muestra que de la canasta de 24 productos que se pretendía blindar contra la inflación, 16 han subido más de 10% y seis registran incrementos por debajo de la inflación, entre ellos el frijol, arroz y azúcar.
De las 16 medidas anunciadas el 4 de mayo, la de mayor impacto ha sido el subsidio al precio de la gasolina. Costará 430,000 millones en todo 2022, según calcula Hacienda. Ella sola contribuye con bajar dos puntos porcentuales a la inflación, según los cálculos que la misma SHCP ha realizado.
En el informe de la mañanera del martes 2 de agosto, es significativo que no se diera información sobre algunas medidas heterodoxas anunciadas en mayo, por ejemplo incrementar seguridad en las carreteras, reducir los costos y tiempos de despacho en aduanas y terminales de carga en puertos. Al incluirlas entre las medidas para contener el alza de los precios teníamos el reconocimiento de que la inseguridad es inflacionaria, lo mismo que la ineficiencia en aduanas y puertos. Del silencio, podemos deducir que aquí no hay resultados tangibles.
Un filón interesante de la política de combate a la inflación y la carestía está en los trabajos con la producción y adquisición de alimentos. México tiene que incrementar la producción de granos y elevar la productividad en el campo, además de reducir la huella hídrica que llevan nuestros productos agropecuarios. Para ello se están dedicando en el PACIC alrededor de 50,000 millones, de acuerdo con la información que proporcionó Rogelio Ramírez de la O. Ahí se incluyen 5,200 millones para compra de fertilizantes, 14,00 millones en apoyo a pequeños productores y 11,000 millones para empresarios. Vale la pena subrayar que los apoyos a productores de alimentos son apenas la décima parte de lo que se establece como subsidios a la gasolina y electricidad.
FUENTE: EL ECONOMISTA
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