Monedas de chocolate son acaparadas y triplican su precio

"Desde que la función del dinero de chocolate no es su comestibilidad, este ha empezado a escasear mucho", aseguran niños preocupados.
"Desde que la función del dinero de chocolate no es su comestibilidad, este ha empezado a escasear mucho", aseguran niños preocupados.
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Hechos clave:
  • Este acontecimiento toma por sorpresa a los fabricantes de dinero comestible.
  • Los niños no entienden por qué sus padres roban sus monedas para guardarlas en vez de comerlas.

La introducción suena a absurdo como el de una distópica comedia infantil, y recuerda a Lord of the Flies, película de 1990 basada en el clásico libro de William Golding.

Bueno, algo así sucedió hace poco aunque sin niños ni comedia en el ecosistema de Ethereum. gETH, el token de utilidad de Goerli ETH, la principal red de pruebas de Ethereum, pudo ver cómo en torno a él se creaba, en tiempo real, un mercado líquido de compradores y vendedores.

Esto no sería nada extraño de no ser porque dicho token se creó con la intención de ser una ficción, un ‘como-si’. En efecto, los fundadores de la red de pruebas crearon el token nativo con la finalidad expresa, declarada, de que este no poseyese valor pecuniario en el mundo real.

Su finalidad era otra: ayudar a los desarrolladores a poner a prueba sus aplicaciones descentralizadas y protocolos en un ‘contexto de simulacro’ antes de llevar sus programas a la red principal o mainnet. Era conveniente que este token careciese de valor económico pues ello economiza los ensayos y experimentos realizados en la red, y minimiza los riesgos. No es casualidad que la distribución de este token sea gratuita a través de los llamados «Faucet» o grifos.

Hace poco, un tuitero ironizaba con el hecho, puntualizando que desde ahora cualquier cantidad de gETH obtenida de los grifos y cualquier transacción realizada en la testnet de Goerli cuenta como «evento de ganancia sujeto a impuestos». En teoría, cualquier ciudadano norteamericano estaría sujeto a una carga financiera obligatoria por realizar alguna de las dos acciones antes descritas.

Dos cosas propiciaron el giro en la atribución de valor económico de nulo a existente en gETH: una, que el token es restringido (solo puede solicitarse un máximo de 0.2 gETH cada 24 horas), poniendo en colas de espera a gran cantidad de participantes; otra, que el token es útil para los desarrolladores y, de hecho, lo necesitan para hacer sus pruebas en esta red.

Es decir, gETH ya poseía por lo menos dos propiedades intrínsecas que propiciaron su futura adquisición de valor de mercado. Resumiendo, su oferta limitada y su utilidad.

Vemos que el paralelismo entre el token gETH y el dinero de chocolate no es descabellado después de todo (siempre y cuando se entienda como una alegoría). Como los padres con el dinero de chocolate cuyo uso especulativo dificultó a los niños su comestibilidad, muchos usuarios empezaron a acaparar estos tokens para venderlos, impidiendo el acceso de los desarrolladores de Ethereum a los tokens para testear y probar sus apps.

Es cierto que se dijo que gETH es un token que, por su finitud, posee al menos un valor de varios posibles valores intrínsecos; pero este suceso que involucra la testnet Goerli no podría entenderse del todo sin considerar lo que los economistas de la escuela austriaca llaman la ‘teoría del valor subjetivo’.

Según esta teoría, tal parece que, a veces, el valor emerge de la nada, se crea ex-nihilo, y que la capacidad humana de atribuir tasación e importancia a las cosas es caótica e impredecible, pero infinitamente rica.

¿Como si no, pues, podría ser más caro un juguete de colección que el objeto real que este representa? ¿Si una red de pruebas de Ethereum es una réplica casi exacta de la red principal en la cual se aloja buena parte de la capitalización de mercado total del ether (ETH), qué hace que una sea real y la otra una ‘caja de arena’ para jugar y experimentar? ¿Quién decide, por último, qué posee valor y qué no?

Este acontecimiento sigue trayendo resonancias fantásticas. Si un suministro continuo, pero medido de bebidas gaseosas o cervezas embotelladas que todos aman se esparciera misteriosamente con puntualidad cronométrica en el yermo desolado de un mundo post-apocalíptico, ¿qué impediría que la comunidad humana usase sus chapas como moneda de intercambio?

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