La economía británica se contrajo ligeramente en un 0,1% en el segundo trimestre, tras un avance del 0,8% en el primer trimestre. Hay indicios de que la reducción de los ingresos reales debida a la elevada inflación de los costes ha empezado a pasar factura a los consumidores. De cara al futuro, el nuevo deterioro de la crisis energética europea sugiere que la crisis del coste de la vida se intensificará en otoño, y es probable que el Reino Unido entre en recesión a finales de año, asegura la experta.
El desglose del PIB basado en la producción mostró que el descenso principal se debió a una contracción del 0,4% trimestral en los servicios. A su vez, esto reflejó una caída trimestral del 5,4% en los servicios sanitarios, debido al fin de la actividad del NHS Test and Trace a principios del trimestre. Por el lado de los gastos, el impacto de covid se tradujo en una contracción trimestral del 2,9% del gasto público. Más preocupante es el descenso del consumo privado en un 0,2%, que probablemente refleje el impacto temprano de la alta inflación que erosiona los ingresos reales, mientras que el apoyo fiscal y monetario también ha comenzado a disminuir. Las perspectivas del consumo parecen sombrías, con el telón de fondo del deterioro de la situación energética en Europa en los próximos meses.
Aunque el informe de hoy ha sido ligeramente mejor de lo que esperaba el Banco de Inglaterra -que preveía una contracción del 0,2% en el segundo trimestre-, no cambia el aleccionador panorama de la economía británica en los próximos trimestres. Basándose en la reciente evolución de los precios de la energía y en la mayor reducción de los ingresos reales de los hogares que implican, el Banco espera ahora que el Reino Unido entre en recesión entre el último trimestre de este año y el final de 2023, con una contracción de punta a punta de entre el 1,5% y el 2,25%. Al mismo tiempo, la inflación va a alcanzar nuevos máximos -el Banco ve un pico del 13% en el cuarto trimestre de 2022- y corre el riesgo de afianzarse en el contexto de un mercado laboral ajustado. El Banco de Inglaterra se enfrenta a un compromiso extremadamente difícil y a un dilema político. Por ahora, se centra en los riesgos de inflación y parece decidido a subir mientras la economía se ralentiza, pero es probable que esto cambie el año que viene en medio de una pronunciada incertidumbre y de la evolución de las compensaciones.
FUENTE: ELECONOMISTA.ES
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