La deuda remunerada que asumió el Banco Central (BCRA) por retirar del mercado buena parte de los pesos que emitió “de más” durante los últimos años (es decir, sin que hubiera demanda como contraparte) marcó el último jueves un nuevo récord nominal, al superar los $12 billones (cerró ese día en $12,035 billones).
Es un pasivo más popularmente conocido como “bola de Leliq”, aunque está compuesto en $9,47 billones de esos títulos y suplementado por otros 2,6 billones en pases pasivos (préstamos de muy corto plazo en su mayoría) que multiplica ya por 2,375 veces el tamaño de la Base Monetaria (ubicada en apenas $5,07 billones) y que -dado su alto y creciente costo- adquirió la capacidad de replicarse cada cinco meses.
Hace solo un año (es decir, el 23 de marzo de 2022) estaba en $4,86 billones, cifra que muestra que aumentó 147% en el último año, bien por encima de la inflación general acumulada en ese período. Es decir, ya ni la inflación galopante la licúa.
Los datos muestran que la gravosa “playa de estacionamiento” del BCRA está cada vez más concurrida. Eso es porque, lejos de dejar de emitir pesos, lo ha seguido haciendo mucho, aunque por vía indirecta, es decir, sin violar formalmente la limitación impuesta por el FMI en el acuerdo; por ejemplo, al emitir para tratar -en vano- de sostener los precios de los bonos de la deuda pública nacional o para mantener regularizada esta deuda, lo que ya lo obliga a emitir unos $750.000 millones por mes.
Esto se da aun cuando, a su vez, está retirando, en lo que va de marzo, unos $300.000 millones del mercado, por los más de US$1600 millones que lleva vendidos de sus reservas en el mes (drenaje que continuó hoy al sacrificar otros US$74 millones en intervenciones).
Todo esto, mientras la demanda privada de pesos no reacciona y la monetización de la economía -ya inmersa en una fase recesiva- se encuentra en niveles paupérrimos.
El nuevo récord fue sarcásticamente saludado por el economista Diego Giacomini. “El problema monetario más grande de la Argentina, que se traduce en el problema macro más importante y significará más problemas de dólar e inflación en 2023/2024 que en 2022/2021, cumplió años: ¡Felices $12 billones, señoritas Leliqs y pases!!! Y pensar que los economistas, cuando van de gira por los medios, siguen hablando del déficit primario. Hablan del resfrío y parecen ignorar el cáncer”, sostuvo -crítico con sus colegas- en relación con el creciente déficit cuasifiscal y el lamentable estado patrimonial del BCRA.
“El BCRA no tiene ninguna inversión genuina para pagar los intereses de su pasivo. Solo le da a la maquinita para hacerlo, estafando con inflación a otros más abajo en la pirámide. En definitiva, con las Leliq lo único que se hizo fue ‘relanzar el ponzi de las Lebac’”, alerta el economista Ramiro Castiñeira, director de la consultora Econométrica, en alusión a las similitudes con la deuda que, en definitiva, financió la corrida cambiaria en tiempos de Macri.
Los datos muestran que la “bola de Leliq” tomó una dimensión tal que neutraliza la política de esterilización que -culposa- intenta desarrollar la conducción del Central. Es que se trata de una deuda básicamente alimentada por ella misma: es decir, por el elevado y creciente costo que representa su mantenimiento desde que las tasas de interés se empinaron para no quedar tan desacopladas con la desbordante y persistente inflación.
Para entender esto, solo hay que reparar en un dato: durante enero, el BCRA debió pagar a los bancos $702.329 millones en concepto de intereses para mantenerla regularizada, un monto seis veces superior a los apenas $116.077 millones que había abonado en igual mes de 2022.
La “Bola de Leliq” es una deuda que el ente monetario tiene asumida con bancos locales y a la que el actual presidente Alberto Fernández había calificado en su campaña para las elecciones de 2019 de “usurera”, cuando rondaba los $1,09 billones en total. Siguiendo esa caracterización, incluso, había prometido que los intereses que generaba (por unos $80.000 millones mensuales en medio de esa campaña) serían destinados a financiera un aumento generalizado “de las jubilaciones”.
Es decir, es un pasivo que se multiplicó por poco más de 11 veces en su gestión, aunque ahora pasó a ignorarlo. Y que condiciona cualquier plan antiinflacionario futuro.
El aumento de este pasivo se acelera en un contexto complejo: cuando las reservas netas (en torno a los US$1000 millones) y aun las brutas del BCRA (próximas a perforar los US$37.000 millones) no dejan de caer.
Es un deterioro que ni siquiera el esperado desembolso de US$5300 millones que mantiene pendiente desde hace algunas semanas el FMI, por el cumplimiento de las metas del acuerdo en el último trimestre de 2022, podría detener, dado que es un ingreso que se usará para pagarle a ese organismo amortizaciones por alrededor de US$2600 millones (que vencieron el 21 y 22 de marzo) además de “realizar nuevos pagos de capital por casi U$S1300 millones el 7 de abril y por cerca de U$S650 millones el 14 y el 28 de abril. De esta manera, el efecto del desembolso será efímero y se agotará hacia fin del mes que viene”, recordó hoy en un informe la consultora Delphos Investment.
Y cuando el decreto que obliga a distintas reparticiones del Estado Nacional a proceder a la venta o subasta de sus tenencias de los títulos públicos nacionales denominados y pagaderos en dólares estadounidenses, que llegó acompañado de rumores sobre la posibilidad de que se avance además en pedirles que aporten los dólares físicos que mantengan en cuenta, parece haber pulverizado la calma que había vuelto a ganar a los ahorristas locales en esa moneda en los últimos 8 meses y medio: después del anuncio retiraron de los bancos depósitos por unos US$48 millones por jornada, lo que hizo retroceder el stock total de esta colocaciones entre lunes y martes de la semana pasada de US$16.380 millones a US$16.284 millones .
Es una caída leve, algo menor al 0,6% del total depositado, pero que se registra cuando estas colocaciones estaban estabilizadas y no habían mostrado retrocesos semejantes por dos jornadas en lo que iba de marzo…
Desde el BCRA insisten con el argumento de que su titular, Miguel Pesce, ya hizo público en agosto del año pasado al intentar justificar que esta deuda marque récord casi mensualmente. “Las Leliq ahora respaldan el ahorro de las empresas y familias argentinas”, sostuvo entonces en una nota pública.
También recuerdan que su mayor crecimiento se registró como producto de la estrategia que el Gobierno usó para combatir la pandemia y la asistencia que le obligó a prestar al Tesoro Nacional para que socorra a personas y empresas, una visión algo sesgada que pasa por alto que ese aumento no se detuvo ni aun cuando la economía rebotó 15% en el último bienio, básicamente, porque nunca se apuntó darle confiabilidad al peso.
Pero la última suba de tasas dispuesta (y la que se espera si el Indec certifica próximamente una aceleración de la inflación en marzo) agrava este problema, ya que “impacta negativamente en el déficit cuasifiscal, lo que dificulta la baja de la inflación por la emisión monetaria asociada”, destacó al respecto días atrás el economista Leonardo Chialva, quien agregó. “El déficit cuasifiscal probablemente supere el 7% del PBI este año (4,3% del PBI en 2022), el máximo nivel desde los años 80. Los intereses por los pasivos no monetarios (Leliq/Pases Pasivos) ya generan una base monetaria en menos de cinco meses, lo que incrementa permanentemente la liquidez del sector privado”.