Cómo impacta en los comercios minoristas la suba del dólar ilegal
unque hay rubros que «todavía» no subieron, como panificados y carne, la expectativa es de un aumento cercano. Las compras que se achican, las cadenas que desabastecen Precios Cuidados y la gran disparidad de precios aun en los mismos barrios.
En una semana donde primó la especulación financiera y la noticia diaria fue «el precio del blue», la inflación se recortó como el mayor tema de preocupación para las familias. Los precios de los alimentos entraron a un circuito de cotización que cambia cuadra a cuadra, día a día: como suele ocurrir en los periodos inflacionarios, no hay un patrón, no hay referencia. Los precios de la harina, el azúcar, los lácteos, los productos de limpieza, se dispararon. Otros subieron unas semanas atrás y en estos días permanecieron “estacionados”, pero muy altos: el aceite, el papel higiénico. En algunos supermercados –no en todas las cadenas, pero sí notoriamente en algunas como Coto y Vea– las góndolas lucen especialmente vaciadas en las zonas de Precios Cuidados con los consiguientes cartelitos: «Este producto se encuentra sin stock por falta de entrega del proveedor». Página/12 recorrió supermercados y comercios de cercanía de diferentes zonas de CABA, comparó precios, abastecimientos, habló con comerciantes y clientes. El tema ineludible de conversación, de análisis y de asombro se repite: «los precios están locos».
Cuidar Precios Cuidados
El programa Precios Cuidados no se respeta en todas las cadenas: particularmente en Coto y Vea, las góndolas están vacías junto a los carteles de Precios Ciudados, especialmente en las zonas de los aceites. Una situación que se repite desde hace ya unas tres semanas, en sucursales de distintos barrios. En cambio en otras como Jumbo y Dia, a pocas cuadras, sí hay stock. En el caso del Jumbo, la restricción es de dos botellas por persona. En el Dia no hay restricción pero tampoco hay precio visible: no se pone ni el cartel ni el precio, de modo que la o el cliente toma de referencia el precio de los que no están «cuidados», que rondan los 400 pesos (el Cocinero de Girasol de Precios Cuidados está a 182 pesos; el mezcla, 167). “Por eso falta aceite”, se queja una señora frente a la góndola. «Lo tienen guardado porque están esperando el alza”, reniega.
En la zona de Villa Crespo el litro de leche está en 150 pesos, pero la gaseosa cola pasó de 150 a 250, como otros productos secundarios. El queso sigue en la estratósfera, como desde hace ya varios meses. La carne y las harinas se mantienen “expectantes”. El mayor aumento en primarios, por ahora, se da en verduras y frutas. En zapallitos, zucchinis o zanahorias, los precios tomaron carrera: rondaban los 100 pesos el kilo la semana pasada, ahora están entre 200 y 250.
En relación a junio, las verduras y los huevos, por caso, establecen sus propios niveles de remarcación y parecen no tener techo: “Los huevos aumentan cada dos días”, afirma la vendedora de un local bien ubicado en Almagro. Las ofertas dicen: papas negras a dos kilos por 175 pesos –en Flores hay 3 kilos a 180–, y naranjas, tres kilos a 200. “Son precios sin lógica, cada cual marca y remarca como le parece”, analiza una clienta que viene de recorrida.
Precios (Des)Cuidados, desde hace tres semanas en Coto.
Precios Cuidados ofrece un amparo: es un techo o un piso respecto a la incertidumbre. En el gasto diario en pan y carne —el básico argentino–, el precio no subió. O sí, pero hace un tiempo, y ahora se mantiene. El pan desde cuesta entre 320 y 350 pesos el kilo. En una panadería de Córdoba y Mario Bravo, el kilo de pan está a 320 y la docena de facturas a 900. “Hace como tres meses que está así, nosotros no aumentamos”, dice la cajera. El pollo aumentó en esta semana, pero al igual que el cerdo sigue siendo más barato que la carne vacuna.
Humor social
En la lógica de un mercado especulador, el precio al consumidor funciona como un activador de la tensión social, y una carrera loca de precios en alza, puede transformar en infierno la calma chicha de una mañana de lluvia perezosa. No es el caso. No hay compras compulsivas ni reclamos a viva voz. Pero hay menos compra.
Según explican en los comercios, el alza todavía “no llegó a las góndolas” en forma masiva. Va por rubros. Los consumidores ven cómo “sube y sube y sube” –en palabras de la encargada de un súper chino de Palermo–, pero el humor social no se percibe como la entrada a un umbral hiperinflacionario. Lo que quizás cambió en el perfil del consumidor es que parece, podría decirse, en pausa. En los supermercados ya no se ven colas de changuitos a tope. “Algunos sí: uno de diez”, detalla una cajera. Pero no hay clima (o tal vez posibilidades) de “estoquearse”. Además, sobre azúcar o harina no se pueden llevar más de dos o tres unidades por persona. La media del consumo también está expectante.
Los huecos en la cadena de supermercados Vea.
Las reacciones de los que compran son variadas, van de la queja a la indiferencia, aseguran los repositores de un supermercado de Flores que, el viernes por la noche, se apuraban a llenar las góndolas de Precios Cuidados. “Mañana vienen a controlar y tienen que estar todos los Precios Cuidados”, les advierte el que parece ser el encargado. Detrás, una pareja discute por el gusto del jugo que van a llevar. Ni siquiera usan carrito: tienen unos pocos productos en cada mano.
Los huecos en la cadena de supermercados Vea.
Precios locos
“Un cajón de paltas me costaba la semana pasada 6.200 pesos. ¿A cuánto está hoy? ¡A 12.300!”, se queja un verdulero que tiene su negocio en Palermo. Es venezolano. “Parece el dólar blue ¡y solo tiene 60 paltas! Las vendo a 200 pesos cada una, restando las que maduran, es pura pérdida. ¡No traigo más palta!”, se queja. Las “criollas”, como le dice a la que se cultivan en la frontera con Brasil, cuestan cada una 250. Son más grandes. “Las otras, como son importadas, ¡cuestan cualquier cosa!” reclama. “¿Y los huevos? A 650 pesos el maple” se asombra. La semana pasada los tenía a 550, dice. Y en dos días “voló todo, no quedó nada”.
A pocas cuadras, Nalda atiende una verdulería. No es la dueña. No sabe cuánto le cuestan los productos al dueño, “pero a las frutas y verduras se le pone un 40 o un 50 por ciento más, es lo lógico tomando en cuenta el derroche”, explica. “Si le ponen más, la gente se va a otro lado, camina dos pasos y encuentra otro precio”, razona. Aunque aclara que en ese barrio “la gente ya no pregunta el precio”. Y en estos días compran menos, “pero seguro es por las vacaciones”, supone.
En un súper chino de esa zona “todo sube y sube y sube, pero la gente compra igual”, se asombra la encargada. Tiene buenos precios, hay buen surtido y algunas ofertas. La gente compra allí «lo del día», no hay margen para el estoqueo.
Las verduras, con fuertes aumentos. Imagen: Sandra Cartasso.
El súper grande
En el supermercado que “te conoce” no hay stock en varios productos de Precios Cuidados. En aceite y vinagre, en mermeladas o algunos cereales, como en la gaseosa cola de mayor circulación, hay espacios vacíos que se dejan bien visibles. Hay jugos, arroz, pastas, conservas, hay sopas de Precios Cuidados. Faltan lentejas y harinas, y yerba. Una promo de “precios imposibles” –de jueves a domingos– ofrece carne a buen precio, pero el queso… pasa los mil pesos el kilo. Se promociona como oferta pero no es diferente a otros lugares. “¡Esto sí que es imposible!», dice una vecina, mira el cuarto de cremoso en su mano, y lo deja.
“Son unos hijos de …”, califica un hombre frente a la góndola de los aceites. Solo hay “mezcla de un litro, a 167”, de Precios Cuidados. Falta el de girasol y todas las variedades en envase de litro y medio. “Se los están guardando para cuando suban”, reclama el hombre mientras mira el precio de un botellón de oliva de dos litros, a 2.800. “Imposible”, confirma. Se lleva un litro de maíz de primera marca, a 394, que no está en Precios Cuidados, pero sí está en muy buen precio dado el contexto.
A dos góndolas, una mujer quiere comprar un celular. Valen unos 30.000 pesos, los más baratos. Se horroriza y repregunta: “¿Cuánto? ¡Yo compré uno acá el año pasado, y me salió exacto la mitad!”, se queja. “¡Pero era otro país señora!”, argumenta el vendedor.
Toas las colas, menos las de Precios Cuidados.
«Todavía» no aumentó
«Acá no aumentó el pan ni las facturas… todavía. Pero el resto sí, nos estamos acostumbrando a los nuevos precios», dice con una sonrisa resignada la empleada de Las Delicias, en Sarmiento y Lambaré. Por esta zona de Almagro el pan «se mantiene» a 350 pesos; las facturas a 70 cada una. En cambio las tortas subieron «un veinte por ciento promedio» sobre el fin de la semana: ahora cuestan entre 1600 y 2500 pesos, dependiendo tipo y tamaño. Y los sandwich de miga sufrieron un «aumentón» el viernes: pasaron de 110 a 190 pesos los comunes, de 120 a 200 los especiales. También hubo aumentos en las tartas y viandas preparadas.
El «todavía» de la empleada de comercio tiene su justificativo: ya «escuchó que dijeron», «vio en la tele», «espera», que el pan salga 400 la semana próxima. Lo cuenta y levanta sus manos entrelazadas con un ruego teatral: «¿Cuándo –¡cuándo!– va a llegar el mismo aumento a su salario?». Es una suerte de broma resignada que sirve para distender el bajón de la charla, porque «todo aumenta, todo aumenta, uno trabaja y trabaja, pero las cuentas no dan», se suman los clientes.
Las colas se mantienen en este comercio de esquina con amplias vidrieras y muchos años en el barrio. ¿La gente se queja de los aumentos, cambió sus hábitos de consumo? «Quejarse, no, es como que ya están acostumbrados, lamentablemente. Pero compran algo menos, sí. Eso de comprar por docenas de facturas ya es menos frecuente, llevan contadas. Lo notamos más en las viandas de almuerzo: tal vez el que compraba todos los días, hoy ya se cuida más y empieza a alternar con lo que se trae de su casa», analiza.
El pan, con anuncio de aumento inminente. Imagen: Télam.
Enfrente, en un local de la cadena de carnicerías «Estancia Don Miguel», los empleados también informan que «acá todavía no nos pasaron aumentos». Es que en estos días «no fue el turno de la carne»: los grandes incremementos fueron meses atrás, ahora los precios se mantienen. El simpático «Rey» –tal su apodo entre los clientes– muestra que los precios «son competitivos»: 1150 el kilo de asado, 999 la paleta o palomita, 980 el matambre. ¿A ese precio lo entrega pesado con la grasa, o ya limpio? «¡Limpísimo, señora! ¡Y si lo quiere ‘astilla’, también!», responde Rey como si hubiese recibido la ofensa del cliente desconfiado, y explica que ‘astilla’ es el modo de dejar «super fino, y sin bordes» al corte.
«Acá la gente sale del Coto, y aunque allá tengan los precios del gobierno vienen a comprarnos a nosotros, porque saben que a la larga es más barato. ¡En esas bandejitas cerradas del súper abajo le acomodan toda la grasa, los tendones, los animales viejos, cualquier cosa te dan! Acá todo es fresco y a la vista», cancherea el carnicero.
La carne vacuna, sin aumentos. Imagen: Télam.
«Cinco mangos aparte» es el maple de huevo: las 30 unidades de tamaño medio pasaron a valer ¡650 pesos! Los aumentos fueron muy grandes y constantes en estos últimos quince días (al igual que en el pollo). El mismo maple salía 550 la semana pasada, 450 la anterior. Los precios y tamaños son muy variables: en granjas de Villa Urquiza, por ejemplo, hoy se ven maples desde 450 («pero muy chiquitos, con dos huevos hacés uno», aclara la vendedora sincera), hasta 980 los de «gallina feliz» (un estado de ánimo que no se extiende para nada a la fila para pagar).
«El carbón tampoco aumentó, sigue a 440 pesos; igual la leña, a 500. Al final va a salir más barato invitar un asado que una ronda de omelettes, es de locos», concluye Rey.
Andá a lavarte…
En el rubro higiene y limpieza se verificaron aumentos fuertes. También los rangos más amplios de precios: Mientras el Vea de Palermo ofrece el papel higiénico muy premium –blanquísimo, doble hoja– a 705 pesos los 4 rollos de 50 metros, el Dia de Caballito tiene la misma calidad y metraje a 450. En ambos, sin embargo, hay una coincidencia: a las ofertas (211 y 330 pesos respectivamente, de un color más parduzco, tal vez menos afelpado), ya se las han llevado todas. Lo cual confirma que el consumidor argentino prioriza los buenos precios para todos los usos.
La memoria de 2001
«El viernes empecé a aumentar un poco los juguetes y me daba culpa sumarle un 20 por ciento a todo, calculando a ojo. Recién vengo del proveedor mayorista y me encuentro que lo mínimo que aumentaron es 50, ¡algunos hasta el 80!», le cuenta Gastón a Página/12. Tiene un kiosco con juguetería y librería «en una zona bien», zona norte. El suyo es un comercio «al paso»: «Regalitos de cumpleaños, las cosas de los colegios cercanos, las golosinas». «Acá hay buen poder adquisitivo pero la gente se fija el mango, y mucho. Si vienen a comprar un juguete caro, primero ven el precio en Mercado Libre», observa, comentando lo que es casi una competencia desleal: el mismo mayorista que le vende a él y «tiene espalda», publica también más barato para la venta on line.
«En golosinas no aumentó tanto, es lo más tranqui. El viernes me llegó un WhatsApp de Milka, Mondelez, y más o menos subió un 10 por ciento, un 15 por ciento galletitas. Bebidas ya me habían pasado la lista nueva, Arcor seguramente va a entrar un aumento», enumera.
Dice que en medio de este «acelere» no quiere remarcar de más, pero tampoco pecar de sonso. Y cuenta que tiene marcada a fuego la experiencia de 2001. «Yo ahí tuve un arranque de patriotismo del que hoy, la verdad, me arrepiento. Porque dije: voy a ver precio por precio, no voy a aumentar de más por precaución. Pero cuando llegaron los aumentos fehacientes de los mayoristas, me liquidó», lamenta. Da el ejemplo del mayorista de librería que lo provee a él: «Hace dos semanas me dijo: disculpá pero yo la hago corta, aumento un 30 por ciento de toda la lista. El tipo se está cubriendo antes de tiempo. ¿Hace mal? Como consumidor pienso que sí. Si me acuerdo lo que me pasó a mí, lo entiendo», razona. Y suma preocupaciones a futuro muy cercano: el aumento de la luz que le va a llegar al local, por ejemplo.
No tiene los precios cargados en un sistema, marca y remarca de manera manual. «A veces llego tarde por vago o por lento», sonríe. Pero sabe que hay una forma infalible de saber si algo está por debajo de los aumentos: «Si vos ves que algo sale mucho, es porque te dormiste y cuando vas a reponer, salía el doble. Te dormiste y te pelaron. Ya me pasó».
Los supermercados chinos ya no tienen vinos imbatibles. Imagen: Télam.
El misterio del vino en los chinos
Cualquier consumidore atente tiene a mano un dato clave: los precios del vino en los supermercados chinos eran imbatibles (hay quienes suman el ítem del Café Dolca), algo que fue bien aprovechado por muchos durante la pandemia. Mitos urbanos aparte, la razón que daban las cámaras de estos supermercadistas era que tenían capacidad de compra en grandes cantidades, directo a las bodegas, y al contado. Pues bien, desde hace ya un tiempo la relación de precios comenzó a cambiar, tal como comprobó Página/12 en su recorrida.
En los vinos se ha verificado un sensible aumento en las últimas semanas, pero en los chinos, más. Un Fond de Cave, por ejemplo, está hoy más barato en el supermercado Dia (otrora poco competitivo en este rubro), con una oferta a 720 pesos, que en el chino medio, donde supera los 1.000 pesos. El Gascón en el mayorista Vital sale 620 pesos comprando por caja; en el chino cerca de 800. ¿Por qué se ha perdido esta amable tradición del comercio occidental?, se preguntan muchos clientes. El chino de la vuelta niega rotundamente que haya cambios en la operatoria, pero ofertas, no tiene más.
Fuente: Canal digital pagina12
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