El pasado octubre se concretó la compra de Twitter por parte del multimillonario Elon Musk, el precio que pagó fue de US$44 billones, una compra que no fue pacífica y estuvo llena de demandas y especulaciones.
Más allá de la transacción hay elementos importantes alrededor de la discusión de las empresas de tecnología (Big Tech) y su influencia en la agenda pública, política y en algunos casos democrática.
Musk se declara un creyente en la libertad de expresión, lo que augura una apertura mayor de la red para emitir opiniones y comentarios, incluso ha sido crítico de la suspensión de la cuenta del expresidente Trump.
Hoy las Big Tech como Facebook, Twitter y WhatsApp están llenas de noticias falsas, discursos de odio, opiniones desinformadas y engañosas, y en muchas ocasiones han influido negativamente en asuntos sensibles como elecciones o el manejo de la pandemia del COVID-19.
Hay que recordar que estas Big Tech son compañías privadas, de allí que puedan suspender o eliminar cuentas o usuarios, promocionar productos y servicios, así como contratar, despedir y disciplinar a sus trabajadores.
Es curioso que el Twitter pre Musk hablaba de restringir contenidos y proteger las democracias, cuando vemos claros ejemplos en Colombia y en el mundo de perfiles falsos, ‘bodegas’, y las opiniones o comentarios más descabellados u ofensivos sin ningún control. Esta crisis ya la había tenido Facebook, que anunció con bombos y platillos una ‘corte suprema del contenido’ que no quedó sino en anuncios.
Otra apuesta de Musk es permitir la verificación de cuentas, el ‘chulo azul’, que antes obedecía a criterios más bien subjetivos de la red, y ahora se puede adquirir por US$8 mensuales, lo que también ha causado revuelo.
Twitter es una empresa privada y su dueño puede hacer, dentro de los límites legales, lo que quiera con su negocio, por lo que también cambió la administración de la compañía. Su director ejecutivo Parag Agrawal y su gerente legal y de contenidos Vijaya Gadde, fueron despedidos. Más allá de personalizar los debates, una buena política en las Big Tech debería ser una leal y sana competencia, una buena política de protección de datos, así como una agenda de transparencia y cumplimiento, no andar corporativizando la libertad de expresión.
La situación de las Big Tech durante 2022 ha sido difícil, la receta Facebook de adquirirlo todo ha ido fracasando. Para marzo la industria de tecnología había gastado un trillón de dólares, tenía una nómina de US$600 billones, y su margen de utilidad había pasado del 60% al 26%, así que como compañías privadas están en el mercado y de allí que cuando Musk llega a comprar, si le venden, lo puede hacer.
Las Big Tech han ido entendiendo que solo con más competencia pueden lograr mejor contenido, atracción y ojalá, calidad.
FUENTE: PORTAFOLIO